jueves, 11 de agosto de 2011

Londres ya duerme tranquila


Los londinenses ya pueden dormir tranquilos… por ahora. Sus plasmas están protegidos de esa turba de jóvenes violentos que surgieron de esos oscuros barrios donde se gesta el crimen. Pueden dormir tranquilos porque Londres ha sido sitiada por miles de policías que vigilan el orden y buen funcionamiento de la metrópoli. Los coches continúan circulando por la izquierda, la economía por la derecha y las señoras de la high society siguen tomando el té a las 5 de la tarde. Todo vuelve a la normalidad.

Incluso las organizaciones sociales y políticas más desafectas del sistema condenaron con firmeza los actos vandálicos de estos últimos días. Pero si se va a empezar a condenar, se debería comenzar por la silenciosa, efectiva y cruel violencia que ejerce el sistema sobre millones de personas en todo el mundo. Una violencia más poderosa por su invisibilidad que los estragos que puedan causar una banda de jóvenes alborotados. Se debe tirar de la manta para conocer los motivos de estos jóvenes que corren furibundos para encontrar la primera escaramuza donde descargar su rabia y frustración, o simplemente para hacerse con iphones y ipods.

Resulta bastante sencillo (sobre todo para la correcta sociedad londinense) juzgar con el mismo impulso de quien tira la piedra, aunque razón no les falta debido a la indefensión que han sufrido últimamente. Sin embargo, pocos han sido capaces de emprender un viaje hacia la comprensión de las circunstancias que mueven a estos jóvenes a luchar contra todo y contra todos. Una organización política juvenil de Londres resumía el hartazgo señalando que: “los sucesos de Londres son el reflejo de un individualismo sin perspectiva ni de su clase ni de su comunidad, desprovisto de toda responsabilidad social"

Es común que si eres joven, negro y provienes de un barrio con un tejido social degradado resulte más difícil encontrar trabajo o hallar alguna salida frente a una clase social que lo tiene todo resuelto. No hablo de un racismo frontal ni tampoco de una segregación oficial. Pero es curioso que la mayoría de personas que pueblan los barrios más conflictivos y con menos oportunidades no sean blancos. La city (el centro turístico y financiero de Londres) es un remanso de orden, paz y prosperidad donde se concentran las grandes marcas del mundo y se evidencia toda una sociedad de consumo que hace alarde de su frivolidad.

¿Cómo combatir entonces a estos “monstruos” que el mismo sistema engendra? ¿Cómo negarles lo que la televisión les restriega por la cara en una sociedad en la que, como decía Martin Luther King décadas atrás “el negro –y los jóvenes en general– viven en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material”? ¿Qué hará el gobierno para detener la rabia de los jóvenes? ¿Mantener los 16000 policías día y noche? ¿U optará por ampliar y construir nuevas cárceles para alejar este peligro de la gente decente?

En cualquier caso el gobierno sigue con sus drásticos recortes que ya no solo afectan a los más vulnerables. El gobierno despidió a 16 mil agentes de policía y para el 2015 unos 34 mil podrían quedarse sin trabajo. Aunque eso sí, mantiene el gasto militar de sus guerras imperialistas en Afganistán y su otra guerra disfrazada de “operación” en Libia. Mientras tanto en Londres, 4 de los 8 centros juveniles, cerraron por falta de presupuesto.

Bajo este panorama, los jóvenes parecen desinteresados por todo, no tienen perspectivas  ni siquiera tienen ganas de organizarse y luchar. Una vecina de Hackney les recriminaba esa actitud y los invitaba a luchar por una causa frente a ese sin sentido de saquear las tiendas. Lo que hay que tener en cuenta es que el enfado lleva a la violencia y la violencia vuelve loca a la gente. Estos actos deberían ser una llamada de atención para los gobiernos de otros países que deberían tomar nota para aceptar las reivindicaciones en España, Grecia, Chile… si no quieren que las futuras generaciones hartas de todo y de todos descarguen su furia de forma incontrolada y contra todo el mundo, incluso contra ellos mismos. 

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