lunes, 22 de agosto de 2011

Historia de los Bárbaros II

El teatro se convirtió en un refugio para los Bárbaros. Cada cual vivía en su morada pero muchos optaron por convertir el espacio asignado para ellos en su primera casa. En seguida se establecieron turnos para echar la siesta, se improvisó una mesa para jugar a las cartas, se compró una diana para practicar a los dardos y no faltó el bárbaro que compró una máquina para cortar el pelo, y utilizó a más de uno para ensayar cortes que le venían a la mente, todos ellos  casi siempre, con un resultado catastrófico. Por lo demás, el espacio, a pesar de su estrechez, no carecía de instrumentos que les facilitara la vida. Había una refrigeradora para enfriar la cerveza, un calentador de agua para preparar café, aire acondicionado y a petición de los miembros femeninos un espejo. Los bárbaros tenían un hogar.

Pronto la convivencia dio paso a la camaradería. No era extraño ver entrar o salir tambaleándose abrazados a algunos bárbaros, que lejos de cumplir con su deber, corrían por los pasillos del teatro hacia una salida para rematar en el bar más cercano. No faltó alguno, que seducido por una fémina, fraguara un amor de emergencia en algún lavabo del teatro dado los escasos sitios privados. La amistad reverberaba por las paredes del teatro y los bárbaros lo sentían como un espacio neutral propio de un exilio. Sin embargo, el roce pronto dio lugar a disputas que no pasaban más allá de molestas miradas.

Un día, sin embargo, dos bárbaros que arrastraban marcadas diferencias, explotaron. Pues el desgaste mental dio lugar a la fuerza como la alternativa más próxima. Pese a los llamamientos a la calma ellos iban cuadrándose para un inminente combate. De inmediato fueron parados en seco por el bárbaro mayor, que los invitaba amablemente a abandonar el lugar; no por razones amistosas, sino por cuestiones de espacio. En sepulcral silencio, los dos bajaron las escaleras hacia la puerta trasera del teatro dispuestos a sacarse la madre en cuanto pisaran tierra firme. Pero habían olvidado que ese día se celebraba el aniversario de la obra. Al cruzar la puerta de salida con intenciones de romperse la crisma, fueron recibidos con ráfagas de flash en la cara. En seguida dieron media vuelta, y aunque nunca más se volvieron a dirigir la palabra, no le dieron el gusto a la prensa de que pudieran especular con la actitud de los bárbaros.

No hay comentarios: