Cuando estaba por São Paulo, el compa Rafael Pereira me invitó a la proyección del documental Serras da Desordem que contó con la presencia de su director, Andrea Tonacci. El documental cuenta la historia de un indio Awa Guajá que huye durante más de diez años por las regiones más remotas del Brasil, después de sobrevivir a una masacre perpetrada por fazendeiros que exterminaron su poblado.
Carapirú (así se llama el protagonista) es encontrado por un antropólogo a dos mil kilómetros del lugar donde vivía y es llevado a Brasilia, donde los medios de comunicación se lo rifan como si de un mono de feria se tratase. El film traspasa la línea del documental clásico y con un lenguaje narrativo que mezcla realidad y ficción relata la odisea que pasa Carapirú hasta encontrarse nuevamente con los sobrevivientes de su comunidad, entre ellos, un hijo.
El documental empieza con una imagen idílica en donde la comunidad convive en armonía con la naturaleza: niños jugando en un río, vegetación abundante… Pero termina con la verdadera realidad a la que están empujados por el “progreso” y la “civilización” muchos pueblos originarios: niños barrigones piernitas de palo, perros raquíticos una y otra vez golpeados, hombres y mujeres con ropas viejas y gastadas. La miseria concentrada en reservas.