lunes, 8 de diciembre de 2008

Carta de buenas intenciones

Difícil empresa, esta en la que me meto, justo ahora en el momento en que ya no cabe ni una letra más en este infinito mar de información, en este mundo tan copado de palabras que nuestras neuronas cansadas trabajan tanto que terminan por confundir el verdadero significado de las palabras.
Los más optimistas predicadores de “la sociedad de la información” creyeron que los dueños del mundo lograrían que toda la humanidad estuviera informada, pero no previeron que iban a construir un modelo único de verdad absoluta donde el monopolio de una información viciada por intereses (no siempre positivos para la mayoría de la sociedad), lograría una saturación de datos en el mundo actual y un descrédito hacia la prensa que en muy pocos momentos históricos se había dado.
Y sin embargo ahora se me da a mí por meter más lava en el cráter pensando como un entusiasta escritor que esto lo va a leer el mundo entero, y que salvaré a la humanidad de tanto desastre con mis ideas e impresiones, y nuevas generaciones tomarán de mi ejemplo periodístico los valores que se perdieron en los grandes medios de comunicación y que apenas se encuentran en pequeños espacios.
Nada más lejos de eso me propongo al remitir a la persona en la que por desgracia caiga este escrito. No es ese el propósito delirante de estas andanzas de letras que deambularán por este ciberespacio infinito. Tampoco es una simple y vanidosa necesidad de escribir lo que se ve en la vida y en la calle, ya abundan críticos de esos por doquier; mi deseo es quizá algo más sencillo y por lo tanto más difícil de lograr: colar las noticias y acontecimientos de cualquier índole para desmigajarlas y tratar de buscarles el lado que no salió en el noticiero, empujar la espalda de eso que “los otros dicen” para tratar de que muestren la cara y quizá con mucha suerte encontrarles un sentido a esos intrincados misterios de la vida que seguro los dioses del más allá y del más acá se empeñan en esconderlos.
Sobra explicar que toda forma de expresión conforma una visión exclusiva pero no excluyente de la realidad propia del ser humano y del entorno que lo rodea. Es este divino resquicio que separa y junta a la vez a los hombres del individuo el que nos permite encontrarnos, disfrutar de nuestras similitudes así como confrontar nuestras diferencias, siempre con la esperanza de encontrar territorios comunes en los que nos identifiquemos y si acaso conocer otros que nunca habíamos habitado. No seré objetivo porque eso es un invento, que como dijo un poeta nicaragüense “todos estos que joden con esto de la religión de la objetividad, no quieren ser objetivos quieren ser objetos para salvarse del dolor humano”, pero si seré leal a mis principios y lo más honesto en cuanto a la observación de la realidad y su análisis. Mi forma de pensar está condicionada por ciertos aspectos culturales, sociales, políticos y hasta geográficos. Expondré pues, todo aquello que crea relevante y curioso para ensayar más este experimento bloggero que ni yo mismo sé como carajo va a terminar. Mi nombre no es real porque creo no interesa demasiado; mis influencias musicales, literarias, filosóficas y de la universidad de la calle si serán relevantes. Escribiré lo que me inquieta, lo que me parece injusto, lo que me parece admirable y hasta lo que no me parece; intentaré encontrar el equilibrio entre las impresiones personales y las de la gente para que no sea un simple y destartalado soliloquio de impresiones narcisistas que con pesar abundan en la red. Sé que es difícil pero lo voy a intentar.
Y después de haber escrito de modo formal esta carta de buenas intenciones solo me queda decirte que gracias por leer a este servidor que no revela hasta último momento que su verdadera intención al crear este espacio es escribir para aprender, y que la soledad sea este sitio donde nos encontremos los inconformes y locos que creemos que un mundo más bonito, no nos lo regalarán, sino que tendremos que lucharlo palmo a palmo, palabra a palabra.

1 comentario:

Amarillo Ftalo dijo...

Buena bobada mi pana, una tontería muy meditada. Ojalá que de tanto hacer bobadas, el mundo se ría a carcajadas, cada vez que alguien se crea una patraña (seria).