lunes, 4 de mayo de 2009

'Mujeres entre dos orillas': La voz de las luchadoras


El cine ecuatoriano no siempre ha gozado de un buen estado de salud; quizá la falta de apoyo a nuestros cineastas, o la impiedad de los cánones del mercado de la cultura, ha hecho que nuestra mirada se centre en el cine que viene del norte y de Europa en detrimento de nuestro cine. Otros factores que pueden responder a este hecho son la falta de financiación y sobre todo la falta de confianza en nosotros mismos. Porque, como decía el escritor argentino Julio Cortázar en una entrevista: “Si yo tengo confianza en un autor latinoamericano, tengo confianza en mí mismo, tengo confianza como perteneciente a una sociedad, a una cultura, a un ritmo histórico”.

Sin embargo, en los últimos años, un impulso revolucionario ha recaído sobre las inquietudes artísticas de muchos creadores ecuatorianos. Cintas como Crónicas del director Sebastián Cordero o Qué tan lejos de Tania Hermida han alcanzado una gran difusión nacional y han proporcionado un pequeño espacio dentro del panorama cinematográfico internacional. Tiempo antes habían probado suerte películas como Ratas, ratones y rateros y la gran película Entre Marx y una mujer desnuda dando pie a un estilo cinematográfico basado en el realismo social.

En cuanto al género documental, Ecuador ha sido un paraíso para el rodaje de varios documentales sobre fauna y naturaleza (pocos realizados por directores nacionales); no obstante, escasos cineastas han sabido explotar el gran abanico de posibilidades artísticas que ofrece la sociedad multicultural de nuestro país. Muy pocos también, han logrado retratar con la lente de una cámara los diferentes problemas sociales, dejando un enorme hueco dentro del cine documental.

A raíz de ese doloroso éxodo de millones de ecuatorianos, se desencadenó una realidad abrumadora que necesitaba una voz que represente sus aspiraciones, sueños y derrotas que muchas veces se negó desde los círculos del poder. Ante ese panorama tan desolador, que pocos fueron capaces de prestar la debida atención, o que muchos trataron de minimizar en sus causas y consecuencias, que un entusiasta creador ecuatoriano, Pablo Vargas Hidalgo, decidió dar voz a los que tuvieron que dejar la patria por un mejor porvenir.

Su primer documental Casa de Campo pedacito de nuestra Tierra plasma con una extraordinaria sencillez, los sentimientos de añoranza y esa necesidad de los ecuatorianos, de tener un espacio que recuerde al pedacito de la tierra que tuvieron que dejar. Pero es en el documental Mujeres entre dos Orillas donde Pablo demuestra ese gran potencial creativo y una capacidad de análisis que hacen prever un gran porvenir para el cine documental ecuatoriano.

Fue en ese drama de la migración donde el cineasta encontró la necesidad de reflejar esa realidad. Así se planteó la posibilidad de mostrar el día a día de las verdaderas heroínas de la migración: las mujeres. El documental, por lo tanto, aborda un enfoque múltiple que ofrece diferentes perspectivas de análisis de la migración. Se muestra la mujer en el papel de inmigrante, madre, hija, trabajadora y como el núcleo catalizador del progreso familiar. A través de ese recorrido de imágenes, perfectamente enlazadas y con un ritmo interno adecuado, van atravesando las vivencias, los sueños y los obstáculos de esas valientes mujeres, que en muchos casos fueron las precursoras en cruzar el charco para traer a sus familias. Muchas coinciden en las causas de la migración, en las dificultades para la integración o en las facilidades (depende de cada situación) y sobre todo comparten el dilema acerca de si su futuro está en España o en Ecuador (aunque hay quién si lo tiene claro).

Aunque la diversidad de opiniones acerca de los problemas y las bondades del fenómeno migratorio, todas las protagonistas comparten un rasgo común: el ñeque propio de nuestras guerreras por conseguir un mejor destino y esa voluntad y capacidad de superación, que siempre ha caracterizado a nuestro pueblo. Se echan en falta, sin embargo, voces que muestren el lado amargo de la migración (porque las hay): la ruptura familiar, los sueños deshechos y ese desenlace que no siempre termina en un final feliz.

A pesar de las dificultades para la realización de este documental, Pablo Vargas realiza un documental sencillo pero con una fuerza emotiva que proviene de los testimonios de sus personajes. Logra así, dejar para la posteridad, la historia de esas mujeres, que cargadas de valentía, atravesaron un día el océano sin saber lo que les deparaba el destino y que ahora se encuentran entre dos orillas. Con este documental, el cine ecuatoriano retoma una fuerza renovadora y nos podemos atrever a decir que Pablo Vargas se va a convertir en un referente del cine documental ecuatoriano.

No hay comentarios: