Este titular bien podría haber sido el argumento más común para el despido de periodistas en los decenios negros de la dictadura franquista, o cualquier otra dictadura fascista. Pero no es mi intención rememorar aquellos odiosos años. Más bien quería explicar, contextualizando de la forma más sencilla, el motivo por el que echaron a la calle a Rafael Reig.
A este loco periodista lo descubrí por primera vez en el periódico Público, me fascinó esa ironía para tratar temas serios, esa irreverencia que despliega en los temas importantes, esa lucidez ante la locura de los problemas; pero sobre todo, lo que más me llamo la atención, es el análisis crítico que hace desde la izquierda sobre cualquier tema. Pero hubo algo más que llamó la atención: que siendo como es, lo dejaran escribir en un diario nacional.
Para nosotros, los que creemos en la utopía, la llegada de Público a la esfera nacional fue una especie de oasis dentro de un desierto de desinformación. Acostumbrados a leer en los medios nacionales medias verdades, omisión de noticias o noticias falsas (que las hay), con Público se nos abrió un horizonte de posibilidades para que la opinión pública no estuviera monopolizada por el bipartidismo tradicional.
Reig escribía en su columna diaria Carta con respuesta, sobre los temas más dispares, relevantes e irrelevantes. Con un humor desenfadado lo mismo se burlaba o criticaba al Papa y su homofobia institucional, pasando por los excesos del PP y llegando a los millonarios de turno. Pero no solo se contentaba con eso, sino que el compromiso con sus principios no lo eximían de pronunciarse contra el PSOE y contra quien hiciera falta. Algunos lo tildan de radical pero a mi modo de ver no es más que un hombre honesto consigo mismo hasta la médula. Capaz de decir sin medias tintas que le miraba el escote a la compañera, así sin más.
Es más que seguro que fue ese tesón en la búsqueda de un periodismo desinfectado y la lucha por decir la verdad, aunque sea “su verdad”, lo que lo obligó a salir del medio. Claro que no se le dijeron directamente (como es lógico en gente de modales), sino que utilizaron la típica argucia de: “te necesitamos en otro sitio”. Como era lógico también en un hombre de su carácter, no aceptó y se fue. Desde luego es comprensible (aunque lamentable al tratarse de un “medio de comunicación”) que Público es un negocio como cualquier otro, y como tal tiene derecho (en el sistema actual) a tener sus beneficios, se rige por la oferta y la demanda y puede prescindir de sus trabajadores cuando no sean rentables o sean inoportunos. Reig resultaba molesto porque mordía la mano que le daba de comer y eso… ya se sabe.
Con esta jugada queda más que demostrado el giro ideológico que está dando el medio, primando así los intereses económicos, en detrimento del derecho a una información de calidad. Que placentero era leer ese diario, que dio voz a muchos que siempre se intenta callar desde el poder, sin embargo ahora… Aunque lo que resulta más paradójico es que bajo la apariencia de ser un periódico progresista (que lo es en gran medida, aunque cada vez menos), que regala libros de Marx, de Rosa Luxemburgo y de Lenin, que fueron callados por el poder, se haga lo mismo ahora en casa.
Sin embargo creo que Reig habrá pasado página ya, y ya estará buscando por los vericuetos de la realidad, aquella mágica palabra que lo ate a la cordura de la vida y que lo haga reírse de si mismo. Como heredero de esa irreverencia de Cortázar, nos queda ese Reig que deambulará por los bares en busca de un último whisky, o de una conversación amena sobre literatura, mujeres o política, y que seguirá lanzando desde los más inverosímiles reductos de la palabra certera, sus más ingeniosos, honestos y comprometidos escritos para llamar al pan pan y al vino vino.
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1 comentario:
ostias si ya decía que esa cara me sonaba. es bueno este tío, me gustaba su humor tan crítico, no sabía que ya no estaba en público. mal por público.
me acuerdo de una carta que me gustó, una mujer decía que se estaba perdiendo la castidad o algo así, y él contestaba, si usted quiere ser casta, allá usted, yo lo que no quiero es que lo sea mi novia!
ahí lo encontré (google todopoderoso jaja):
"¿Irse a la cama “sin más consecuencias que disfrutar”? ¡Naranjas! Las consecuencias siempre son imprevisibles y tiene más efectos secundarios que un medicamento: averías sentimentales, somnolencia, dificultad para manejar maquinaria pesada, estupor, hormigueo en la conciencia y una melancolía repentina al volver al resto de tu vida, a la oficina, al bar con los amigos, al vagón de metro."
je. veo que el tío ahora tiene un blog que se llama "Ya no escribo en público", jajajaj.
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